
Los cristianos de todo el mundo enfrentan algo nuevo con COVID-19. Todos necesitamos del otro – para las ideas, para el aliento, para la esperanza. Nuestra serie «El ministerio en tiempos de COVID-19» se basa en conversaciones virtuales con diversos líderes de todo el mundo, para saber cómo enfrentan y cómo se muestra Dios para unir y fortalecer a la iglesia durante este tiempo.
Ver la conversación en inglés https://youtu.be/V588afl0hX8
El padre Martin Ritsi es Director Ejecutivo del Centro de Misiones Cristiana Ortodoxa (OCMC) en St. Augustine, Florida, EE.UU.
¿Cómo se desarrolla el ministerio en su contexto actualmente?
Vivimos confinados, confiando en la videoconferencia y dependiendo de la tecnología. Es como prepararse para el ataque de la tormenta y tratar de mitigar los daños que ya existen la mayor parte del tiempo. Sentimos que las demandas aumentan mientras que la capacidad de satisfacerlas disminuye.
Nos duelen las historias de sufrimiento y lucha. Aún así, nos regocijamos en las victorias y actos de amor y fe que hemos visto.
¿Qué relaciones o asociaciones se están formando entre las denominaciones o grupos de fe?
Si bien no hemos entablado nuevas relaciones, al reflexionar sobre la respuesta a la pandemia del coronavirus, como jefe de una agencia misionera, puedo ver cómo en medio de una crisis nuestras relaciones interreligiosas han sostenido la tormenta, proporcionando consuelo, aliento y apoyo mutuo.
Cuando las noticias de la pandemia comenzaron a circular, los miembros de una red de la que formo parte (líderes de agencias misioneras de la iglesia Christian Churches Together) comenzaron a preguntarse y compartir direcciones estratégicas. A medida que el virus fue penetrando más, nos volvimos a reunir, compartiendo respuestas, desafíos y, sobre todo, el estímulo mutuo para enfrentar y responder a este clima de creciente incertidumbre.
En este caso, no se trataba de relaciones recién formadas, sino de relaciones existentes que se fortalecieron. A partir de nuestras conexiones interreligiosas, somos capaces de enfrentar y responder a la pandemia con una sabiduría compartida y mayor fuerza.
¿Qué ha revelado la pandemia de COVID-19 sobre las realidades mundiales?
El desarrollo de esta pandemia ha revelado ciertos aspectos sobre las realidades mundiales. Hoy en día, la información está disponible y se comparte casi en tiempo real. Cuando hay voluntad e interés, hasta el más mínimo detalle puede volverse viral y alcanzar al mundo entero. Habría sido imposible imaginar hace 100 años que una enfermedad diagnosticada por primera vez en China pudiera ser rastreada en su rápida propagación por todo el mundo, con informes diarios de su impacto. La respuesta a esta enfermedad ha demostrado cómo la información puede compartirse íntima y masivamente en todo el mundo, incluso a los rincones más remotos del planeta y de las sociedades.
Yo preguntaría: ¿qué nos dice esto acerca de compartir el amor de Cristo y su regalo de la redención? ¿Cómo es que una cuarta parte del planeta aún no ha sido evangelizada en el sentido de que carece de conocimiento de los elementos fundamentales del evento histórico más dramático y conmovedor de la historia de la humanidad? Lo que me enseña la rápida difusión actual de la información sobre la pandemia me impulsa a ser autocrítico y me trae una luz de esperanza. La autocrítica de preguntarme por qué no he podido difundir más ampliamente el mensaje del Evangelio; la esperanza de ver cada día lo que es posible.
La rápida transmisión del coronavirus en todo el mundo en tan poco tiempo revela cuán conectada está hoy en día toda la población humana mundial.
¿Cómo es que en una pequeña parte del mundo la gente se infectó con una enfermedad, y en pocos meses o incluso semanas, esa enfermedad se propagó a todos los rincones del planeta? No viajó por sí misma. Fue transportada y transmitida de una persona a otra. Esta rápida transmisión del coronavirus revela lo interconectados que estamos todos. Ya no se tarda un año, o meses, en llegar a ambos extremos del mundo. Los viajes de un país a otro ya no son ocasionales o excepcionales. El virus ha entrado en la humanidad porque los humanos están más interconectados que nunca antes en la historia.
La capacidad real que esta terrible enfermedad se propague globalmente en tan poco tiempo también nos da una chispa de esperanza. Si algo tan terrible puede transmitirse de una persona a otra, ¿no podríamos también transmitir el amor, la esperanza y la vida de la misma manera? Claro que podemos. De una persona a otra, así como se transmitió el virus, también PODEMOS transmitir el amor de Cristo.
¿Cómo podemos perfilar el futuro pospandémico?
Aún no es demasiado tarde para dar forma al presente de la pandemia. Hay mucho más que podemos y seremos llamados a hacer hoy. Podemos transmitir vida, esperanza y amor.
Una ola de sufrimiento está descendiendo sobre el planeta. Está ahogando a la gente en la enfermedad, que lucha por recuperar el aliento. Está acabando con negocios, construidos a lo largo de toda una vida, arrebatando los medios de subsistencia de las personas e intensificando a su paso el sufrimiento de los afectados por la pobreza. Está llevando a la gente al aislamiento de los demás e incluso inundando los tiempos de celebración y recreación. Miedo, ansiedad, alienación, desconfianza y más divisiones nos abaten como consecuencia de la pandemia.
Y al mismo tiempo, destellos de esperanza brillan en la oscuridad, y los verdaderos héroes del amor y la fe se manifiestan.
Mi preocupación diaria actualmente no es el futuro post-pandémico sino la transmisión de información sobre cómo responder dentro de esta pandemia que causa estragos a mi alrededor. Como esta infección viral mortal se está transmitiendo en todo el mundo, mi lema se ha convertido en: transmitir vida, transmitir esperanza, y transmitir amor. Y al mismo tiempo, el desafío que afronto y el desafío al que nos enfrentamos como cuerpo de Cristo, es que esto no sea simplemente un lema, sino transformarlo en una realidad visible de nuestra vida cotidiana, en medio de la pandemia actual.