Segunda Semana

Pero ahora, aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Ley y por los Profetas: la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,

Romanos 3:21-24

Como seres humanos, hemos sido creados a imagen de Dios, pero no siempre vivimos como el pueblo santo de Dios. En la epístola a los Romanos, el apóstol Pablo nos dice que, en todo tiempo y lugar, el ser humano ha sido destituido de la gloria de Dios. Vivimos una realidad fragmentada, donde pecamos como individuos y participamos en los pecados colectivos de la injusticia sistémica. Uno de los pecados más violentos de la historia puede verse en el castillo de Cape Coast, en Ghana. Esta fortaleza es testigo de los horrores de la trata transatlántica de esclavos, que arrancó a hombres y mujeres africanos de sus hogares y familias en beneficio de los propietarios de esclavos de Europa, Norteamérica y el Caribe. La iglesia cristiana formó parte del comercio de esclavos, a menudo proporcionando una justificación religiosa para el uso de la brutalidad. Con motivo del gran Encuentro Mundial del FCM en Ghana, los participantes viajarán a la fortaleza de Cape Coast para recordar la fragmentación de nuestro pasado común y reconocer cómo seguimos viviendo en un mundo de injusticia y desigualdad.

En mayor o menor medida, no amamos a Dios con todo nuestro corazón, y no amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin embargo, la promesa de Dios es que sus misericordias se renuevan cada mañana. Cada mañana podemos despertarnos con el perdón de Dios y vivir de nuevo en el renovado amor de Dios.

Aunque reconozcamos nuestra propia desunión, Dios no nos abandona, pues aunque nos quedemos cortos, somos perdonados gratuitamente por la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Cristo pagó el precio por nuestro pecado, para que podamos vivir como hijos libres y amados de Dios